Volvemos sobre el tema: intentaremos atisbar cómo será el turismo de los años por venir y cuál será la relación entre viajeros, sector hostelero y la ciudad y, más importante, los que en ella habitan. Un equilibrio que se ha convertido en una preocupación común a nivel internacional y que, desde luego, solo puede conseguirse a través del diálogo constructivo y la planificación minuciosa y coherente. El turismo en 2016 es una meta irreemplazable para el sector y para los gobiernos.
Hace unas semanas, más de doscientos países firmaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Según explicó el portal de noticias Hosteltur, la Organización Mundial del Turismo asegura que los ODS «constituyen la agenda global de los próximos 15 años«. El portal señaló que tres de los items firmados (8, 12 y 14) enfatizan en la capacidad del turismo para crear empleos y promocionar la cultura y productos locales, así como la protección y el consumo responsable de los recursos naturales.
Un acuerdo global en el que España también estará presente, como uno de los países con mayor presencia en el panorama internacional. El pasado mes de enero se celebró en Fitur la firma del compromiso con el Código Ético Mundial de la OMT. Seis empresas españolas asistieron para ratificar el acuerdo y renovaron su compromiso con el Pacto Mundial: Europamundo vacaciones, Fuerte Hoteles, Ilunion Hoteles, Minube, Port Aventura y Tarannà Club de Viatges. La OMT añadió a EAE–Ostelea, Formagrupo, Iberia, NH Hotel Group, Renfe, Segittur y Viajes El Corte Inglés como organizaciones empresariales adheridas al compromiso. Estas entidades integrarán un grupo de trabajo que, entre otros objetivos, elaborará una publicación sobre la RSE del sector turismo en España.
Hacemos esta pequeña introducción sobre la situación entre grandes conglomerados del sector turístico y las instituciones internacionales encargadas de velar por el correcto funcionamiento del turismo para poneros en situación: la preocupación por el turismo sostenible es un hecho, que lo asumamos más tarde que pronto, será cosa nuestra pero las líneas para trabajar en este sentido están definidas.
¿Cómo nos afecta que el sector turístico esté avanzando gestos sobre turismo sostenible? Mejor preguntemos ¿Cómo no nos va a afectar?
Santiago y Galicia atesoran patrimonio inmueble, artístico, histórico y natural para llenar dos catálogos. Es cierto que no siempre lo hemos cuidado como se merecía y que en más ocasiones de las que nos gustaría admitir hemos dejado que el beneficio a corto plazo se impusiese al bien común y al cuidado debido a los tesoros heredados pero, ¿sólo existe un culpable? ¿la masificación turística es igual para todos los destinos?, ¿no nos estaremos abandonado al perezoso placer de recurrir a lugares comunes para dar respuestas simples a situaciones complejas?
El turismo, como repetía Philip Kotler en su manual de marketing turístico, no tiene por qué ser ni beneficioso ni perjudicial para la comunidad. No, no es que le diese un arrebato de amoralidad, es que no se trata de un sector aislado sino que depende de un entorno. Eso sí, repasamos uno de sus párrafos fundamentales:
«Los propietarios de los complejos hoteleros tienen a menudo y sorprendentemente poco interés o conocimiento de sus propiedades. Los hoteles de todo el mundo se han comprado normalmente debido a ventajas fiscales, a la revalorización del patrimonio inmobiliario o como medio para satisfacer el ego, especialmente en el caso de las propiedades escaparate de alto nivel».
El manual insiste no solo en el beneficio de propietarios de inmuebles, sino que un entorno cuidado, accesible y que sirva a sus ciudadanos tiene posibilidades de convertirse en un lugar con atractivo turístico equilibrado y sostenible. Por eso, una actitud depredadora inmobiliaria para favorecer al turismo no es una buena idea si tu baza para competir en el mercado turístico es que eres una ciudad Patrimonio de la Humanidad. Hay reglas, estrictas reglas, para mantener un conjunto histórico artístico dentro del catálogo de la Unesco.
Ahora bien, lo que tampoco puede valer es adoptar una posición cómoda en la que se aceptan diagnósticos hechos para ciudades saturadas como una radiografía del sector. Lo comentábamos en el anterior post y no nos cansamos de repetirlo: que determinadas zonas de Barcelona, Venecia o Florencia sufran una situación de verdadera saturación turística, algo que sucede cuando solo cuenta el beneficio particular y no la planificación, no quiere decir que Santiago de Compostela, con cuatro calles de su zona monumental abarrotada en temporada alta, sufra del mismo problema o que el diagnóstico pueda equipararse.
No, en Santiago de Compostela, al contrario de los sugerido por Kotler, los hoteleros sí son conscientes del valor del inmueble en el que abren su negocio. De hecho, es casi su razón de ser. Si siguiésemos la tasa de ocupación de la zona monumental desde que se declaró Patrimonio de la Humanidad ¿qué foto nos saldría?: una zona en la que el celo por la preservación (necesario y procedente) no se acompañó con políticas adaptadas para que el entorno no perdiese su razón de ser: servir a la gente ¡Nos sorprende ver grandes grupos de turistas en mayo en la rúa do Vilar? Quizás si hubiese más vecinos en esa calle no nos llamaría tanto la atención ¿Nos agobia pasar por la rúa de San Francisco en Semana Santa? La dársena está situada ahí y no es que Compostela sea la ciudad más amable con quienes no disponen de los suficientes ingresos como para vivir en una zona con accesos restringidos, servicio de Internet deficiente o estados de inmuebles que no se corresponden con las facturas que nos quie5ren pasar.
Quizás haya gente que no encuentre glamuroso el perfil del visitante asiduo de Compostela (aunque no sabríamos explicar el porqué), o que preferiría diversificar el tejido industrial (y nosotros somos los primeros en aceptar esto) pero el impulso no puede ser tan solo no emitir más licencias de hotel.
Vivir en comunidad supone transigir con lo que nos es ajeno: los solteros aguantan la invasión de coches ahora que cada niño ha de ser transportado en coche hasta la puerta del colegio; los que trabajan por la mañana soportan inconvenientes de los que se divierten por la noche o los que trabajan en turnos nocturnos transigen con los obreros de la piqueta. Mientras no se crucen límites claros, es una parte más de vivir en una ciudad.
Ya que no queremos abundar en la obviedad de que el turismo genera flujo de personas y capitales que sostienen puestos de trabajo en una ciudad tradicionalmente dominada por élites no especialmente productivas. La solución, insistimos, pasa por integrarnos en la ciudad monumental, por hacer de Compostela un lugar en el que resulte atractivo y accesible vivir, no en ir expulsando aquello que nos molesta en primera instancia, sin explicar el por qué de las cosas.
El turismo sostenible no puede existir si la ciudad no sirve a quienes viven en ella todo el año. Expresiones como parque temático o saturación no deben usarse a la ligera: son un diagnóstico de un fracaso colectivo. No vale con señalar a un sector mientras ladeamos la cabeza pensando en qué pudo salir mal sino que es una tarea colectiva que debe trazar un plan para años.
Recordamos la noticia que enlazamos al principio del post: las grandes empresas del sector turístico han asumido que el turismo o es sostenible o no tiene razón de ser. Esta tendencia durará décadas, así que es momento que todos nos planteemos qué ciudad queremos tener y cómo será uno de sus sectores económicos más importantes.
¿Vosotros qué creéis?
Foto de Pixabay.
Efectivamente la tendencia es esta. Las políticas turísticas pasan por la sostenibilidad y el turismo responsable.
Efectivamente tenemos que ir diseñando modelos turísticos que sean sostenibles y que permitan aunar el turista con los propios vecinos de la ciudad.