La publicidad se hizo un lenguaje mayoritario después de la segunda guerra mundial en los Estados Unidos, esta fue una de las consecuencias sociales de la guerra. Desde el nuevo imperio, la forma que tiene la publicidad y el marketing de ver el mundo fue ganando terreno hasta casi definir el lenguaje cotidiano en Occidente, sea cual sea el idioma. Hacemos esta pequeña introducción histórica porque desde hace un año, más o menos, vemos que se divulga el concepto ‘turismo colaborativo’ o ‘turismo P2P’ desde medios de comunicación masivos y especializados. Pero, en realidad… ¿De qué hablamos cuando decimos ‘turismo colaborativo’?
Según los medios de comunicación más o menos generalistas y los portales especializados, el turismo colaborativo o pair to pair no es muy diferente de los clásicos anuncios de “alquilo apartamento en primera línea de playa” que se pueden encontrar en internet desde los primeros tiempos de Arrakis ¿Qué ha cambiado? El ejemplo más conocido está en el portal Airbnb, uno de los valores tecnológicos más esperados y que sigue acaparando clientes y noticias.
Airbnb es un portal en el que uno da de alta su apartamento particular para que un turista lo alquile. O su habitación. O su sofá. Ya me entienden. El portal es bueno, usabilidad clara y posicionamiento correcto. Justo como otros cientos de miles de webs turísticas, entonces ¿cuál es el secreto de su éxito? Pues la cantidad de apartamentos y habitaciones dados de alta en este servicio. Si una cadena hotelera cuenta con tres establecimientos, hará campañas y se movilizará por el posicionamiento con la fuerza de tres. Si en tu stock cuentas con miles de estancias para ofrecer, las campañas de SEO y SEM adquieren otra perspectiva mucho más lucrativa.
Algo más sobre el turismo colaborativo
Pero visto en perspectiva, no se trata de que la ida sea lo más novedoso del mundo: lo de alquilar parcialmente tu apartamento se hace desde los años sesenta, lo mismo que compartir coche (¡Ay, esos míticos anuncios por palabras!) ya está inventado. Lo potente es el aumento del acceso a internet entre la población y una puesta en escena atractiva y fácil de usar, aunque no es todo.
¿Cuál es el reverso de esta idea? ¿Cuál es la “gran ventaja” con sus competidores? Podríamos decir que un pequeña distracción con las obligaciones legales que sí tienen que cumplir los establecimientos –seguros para clientes, altas en seguridad social, impuesto varios—que nuestros hombres de California no tienen ni que plantearse. Un modelo de negocio sencillo: cobro de una comisión de entre un 6 y un 10% por cada reserva a los huéspedes y un 3% del pago al anfitrión, que sirve para cubrir los costes de gestión. Eso sí, ante eventualidades o accidentes, aún no sabemos qué puede pasar y sobre quién recaen las responsabilidades, asunto que sí sabemos con los establecimientos tradicionales.
Así que permítannos que retomemos la idea principal: ¿de qué hablamos cuando decimos turismo colaborativo? ¿Al intercambio entre particulares facilitado por una empresa gigante? Pues desde este blog tenemos alguna propuesta sobre redefinir el turismo colaborativo: se trata de que el sector turístico de una ciudad, digamos Santiago de Compostela, se organice para dar a conocer todos los recursos comerciales que puedan ser interesantes para los visitantes.
La cuestión es ofrecer al viajero 2.0, el que ha dado la espalda a la forma de comunicar y ofrecer servicios de los establecimientos tradicionales, las ventajas de una organización estable y de calidad. Así, la alianza entre hoteles, restaurantes, comercio tradicional y servicios de ocio de una ciudad de tamaño medio o pequeño –recurriremos a Santiago de nuevo— puede dar otra dimensión al turismo colaborativo y abrir recursos turísticos a ese segmento de turistas que se decantan por las ofertas inmediatamente atractivas para su bolsillo.
La colaboración puede unirse a la promoción en redes para lograr un mayor impacto sobre potenciales clientes: una oferta con alojamiento y desayuno, descuentos en tiendas de vinos, alimentación, ropa o joyería que fuese promocionada por todos los establecimientos en conjunto tendría más posibilidades de éxito que si cada uno lo hace por separado.
Además, los beneficios de este tipo de campaña conjunta –como aumentar el tráfico a cada web y mejorar la reputación online de cada uno—también tendrían repercusión particular. Se trata de sacar partido a cada euro que invierten propietarios y que cada euro que se gastan los visitantes también tenga el máximo rendimiento posible.
Aunque es bonito soñar, porque para iniciar un tipo de estrategia de oferta y presencia en redes conjunta es necesario diseñar una estrategia común y para eso, hay que estar dispuesto a ver este panorama como una oportunidad para colaborar y no para sacar ventaja contra el de al lado. Que esto se dice fácil pero luego hay que hacerlo.
A fin de cuentas, es promocionar una “marca Santiago” o “marca Ciudad tal” desde la base y no desde un diseño institucional, al que siempre le puede fallar la visión del día a día del sector. Pedir mano dura contra un modelo de negocio que se aprovecha de lagunas legales para aumentar el lucro y hacer descarrilar a negocios que cumplen con sus obligaciones legales y tributarias es justo pero lo que está mejor es ofrecer una contrapartida sostenible, realista y atractiva.
En definitiva, nos inclinamos por un turismo colaborativo que sume sinergías entre las empresas y las gentes que viven de esto, directa e indirectamente, no para que se aprovechen y perjudiquen, sin control y en clara desventaja, a negocios existentes con estructuras más rígidas que la propia legislación ha ido creando. Algunos dicen que ha venido para quedarse, y nos parece bien, pero no a cualquier precio y campando a sus anchas sin control, sin regulación, sin seguridad, generando economía sumergida y compitiendo deslealmente, por muy aceptado o de moda que esté el modelo colaborativo. No todo vale por muchos Airbnb o Blabla no sé qué existentes, que son los que realmente se forran.
¿No les parece?
Muchas gracias por el acertado comentario. La cuestión es poder elegir la modalidad que a uno más le encaje cumpliendo con unas normativas básicas que protejan los derechos de todos. Un saludo.
Me posiciono al lado del turista que obtiene beneficios por esa modalidad.
Las obligaciones, las que tengan, les corresponde a las autoridades exigirlas, teniendo en cuenta la posición de cada parte ocupa en dicha actividad.
Que en todo caso el turista este protegido.
Muchas gracias Alex.
Muy buena definición de lo que es el turismo colaborativo, comparto la postura de que en ves de quejarnos debemos de crear alternativas que generan beneficio a los turistas y las empresas.
Saludos desde El Salvador.