Se habrán enterado que la semana pasada se celebró Fitur, de la que ya daremos cuenta en breves. Por esta estricta razón laboral, hubo que viajar en Ryanair y…sentimientos encontrados, eso es lo que nos provoca la palabra «ryanair». Ya comentamos en este blog que no era nuestra compañía preferida y que era un poco el Cristiano Ronaldo de los aviones: necesario pero odioso, muy odioso.
Por una parte, es aquella compañía aérea que representa como ninguna el espíritu hedonista y lleno de esperanza que inundó la década pasada y que popularizó más que nadie la experiencia turística en el viejo continente.
Gracias en buena medida a Ryanair el sector turístico y la industria cultural se fundieron en un largo beso de tornillo en los felices «años cero»: los europeos viajábamos para ir a tal o cual festival, ver esta exposición o visitar la zona monumental de aquella ciudad. Parecía que Bruselas estaba más cerca que Tomelloso (y era así). Los billetes tenían un precio tan ridículo que, en un buen día, era mejor acercarse al aeropuerto de Stanstend e ir a hacer la compra a Italia que hacerla en el propio Londres. Bueno, a lo mejor esto es exagerar. Pero lo que sí fue cierto es que uno podía acercarse al aeropuerto con su grupo de amigos y subirse de improviso a un avión, sin pensar en el destino.
Nos imaginamos así al grupo de ingleses, optimistas y con el gaznate seco:
–«Venga hoy España…toca ir a…¿Santiago?»
–«¿Y eso que es?»
–«¡Y qué más da! Por diez libras…»
Ryanair dio a conocer a muchas localidades (bueno, a casi todas las que no fuesen Madrid y Barcelona) por lo que se convirtió rápidamente en receptora de abundantes subvenciones para aeropuertos.
Por otra parte, cuando el cash dejó de fluir y lo de las subvenciones empezó a flaquear, también fue sinónimo del ahorro de costes obsesivo –y contraproducente– el desprecio por las buenas maneras (comenzando por su consejero delegado O’Leary)y la horterada gañana hecha cabin crew. Necesitaríamos un terabite para recopilar todas las quejas que acumuló la compañía irlandesa y muchos de nosotros adquirimos conciencia sobre la necesidad de adecentar el transporte de ganado cuando fuimos como reses en manos de aquel personal de tierra que hozaba en nuestras pobres maletas en busca del kilo de más que garantizase una facturación-penalización o en aquellas carreras por las pistas de aterrizaje en busca de un asiento que nos gustase.
Pero como cantaba Mercedes Sosa, todo cambia. Ryanair también, que ahora buscan un perfil tipo Isco o Iniesta: buen chaval, majo, al que es difícil odiar. O por lo menos, eso parece desde diciembre de 2013, cuando comenzó a cambiar algunas «prácticas» que le proporcionaron: a) una bajada de reputación severa (se escogía esta compañía «si no hay más remedio»); b) munición para sus competidores, como Vueling, que ganó pasajeros haciendo lo contrario que hacía Ryanair hasta entonces y sobre todo, c) una bajada de tres millones de pasajeros.
Y eso, queridas lectoras, no hay consejero delegado que lo resista.
Puede ser que entre la actitud del viajero haya cambiado al tiempo que aumentaba el uso de las redes para medir reputación: desde «la gente está dispuesta a transigir e ir un poco más apretada a cambio de un descuento que compensa» hasta la pléyade de webs en las que dejar opiniones sobre toda la cadena de servicios turísticos, desde hoteles a restaurantes y por supuesto, medios de transporte está el camino de los cambios de Ryanair, que desde finales de 2013 son:
—Permiten llevar una segunda bolsa de mano junto al equipaje de mano.
—Una rebaja en el coste de impresión de la tarjeta de embarque, si se ha hecho ya la facturación on line con anterioridad.
—Permiten reservar asientos.
—Rebaja «navideña» en los exceso de peso del equipaje.
—Mejor trato al pasajero por parte de la cabin crew.
–Y gracias, gracias de verdad, por quitar el sonido del cornetín que ponían cuando el vuelo llegaba a su hora. No sabemos si era por hacer una coña o porqué pero ese detalle nos hacía pensar que cuando repartieron el humor, lo acapararon todo sus primos británicos.
¿Qué traducción tiene este cambio para el turismo en Santiago de Compostela?
La posición de Ryanair se volvió my agresiva durante los años más duros de la Gran Recesión y la situación fue muy complicada.
Por una parte, los ayuntamientos no disponían de tanto dinero para subvencionar a Ryanair (hacer campañas publicitarias con Ryanair más bien) que vivía en buena medida de estos ingresos. Por otra parte, la Comisión Europea amenazó en varias ocasiones con prohibir este tipo de ayudas, lo que obligó a moderar el perfil agresivo que mostraba la compañía irlandesa en las negociaciones con organismos públicos.
El caso es que la compañía ha recuperado algo de crédito gracias a su proceso de «humanización» y parece que la bonanza regresa a Lavacolla. Según informa el eficiente portal AeronoticiarioSCQ, la low cost irlandesa está negociando para ampliar las rutas internacionales a Lavacolla y también para abrir la primera base operativa en el norte de la Península.
Ahora mismo operan trece vuelos, diez nacionales y tres internacionales, en la capital de Galicia. Esta descompensación afecta, y mucho, al número de turistas que legan a la ciudad, lo que no se corresponde con el valor turístico de Santiago. Además, serviría para rivalizar con el Sá Carneiro de Oporto. La ciudad lusa vive un boom turístico gracias, en parte, al gran arrastre de sus vuelos.
El nuevo rostro humano de Ryanair puede hacer que reverdezca algunos laureles y su intención de establecerse en Lavacolla no puede ignorarse porque ya se ha demostrado que es la mejor compañía para el sector turístico.
Es cierto: piden una buena tela para hacer campañas de publicidad (una distracción de la subvención directa) pero quizás este sea un tema para estudiar con la calculadora delante. Hay que valorar el retorno económico que proporciona a Santiago y a Galicia este tipo de inversiones. Además del estricto punto de vista empresarial, también hay que poner en la balanza el efecto que tiene en empleo directo e indirecto en la zona. Quizás así se aclaren las cosas. Hay que recordar que también se dio más dinero a otros por mucho menos y del retorno, nunca más se supo.
A ver en qué acaba todo.
¿Ustedes conocen la humanización de los irlandeses?